viernes, 17 de julio de 2009

Capítulo XXV. Segunda parte

Por un lado, el viejo mundo introduce constantemente capital afanoso de explotación, ávido de renunciamiento; por otra parte, la reproducción regular de los asalariados como asalariados tropieza con los obstáculos más desconsiderados y, en parte, insuperables. [exclamdown]Y no hablemos de la producción de asalariados supernumerarios, proporcional a la acumulación del capital! De la noche a la mañana, el asalariado se convierte en campesino o artesano independiente, que trabaja por su propia cuenta. Desaparece del mercado de trabajo... pero no para reaparecer en el workhouse. Esta transformación constante de los asalariados en productores independientes que en vez de trabajar para el capital lo hacen para sí mismos, y que en vez de enriquecer al señor capitalista se enriquecen ellos, repercute a su vez de manera tremendamente perjudicial en la situación del mercado de trabajo. No sólo el grado de explotación del asalariado se mantiene indecorosamente exiguo, sino que éste, por añadidura, con la relación de dependencia pierde también el sentimiento de dependencia respecto al capitalista cultor del renunciamiento. De ahí surgen todos los males que nuestro Wakefield describe tan gallardamente, con tanta elocuencia y de manera tan conmovedora.

La oferta de trabajo, deplora Wakefield, no es ni constante, ni regular, ni suficiente. "Es siempre no sólo reducida, sino además insegura" [17]. "Aunque el producto a [962] dividir entre el obrero y el capitalista sea grande, el obrero se apropia de una parte tan considerable que pronto se convierte en capitalista... Pocos, en cambio, aunque alcancen a una edad inusualmente avanzada, pueden acumular grandes masas de riqueza" [18]. Los obreros, sencillamente, no toleran que el capitalista renuncie a pagarles la mayor parte de su trabajo. De nada le sirve a éste ser muy astuto e importar de Europa, con su propio capital, también sus propios asalariados. "Pronto dejan [...] de ser asalariados, se [...] transforman en campesinos independientes, e incluso en competidores de sus ex patrones en el mercado mismo de trabajo asalariado" [19]. [exclamdown]Imagínese usted, qué atrocidad! El honesto capitalista ha importado él mismo de Europa, con su propio dinero contante y sonante, a sus propios competidores, [exclamdown]y en persona! [exclamdown]Pero es el acabose!. Nada tiene de extraño que Wakefield se queje de que entre los asalariados de las colonias falte la relación de dependencia y el sentido de dependencia. "Debido al alto nivel de los salarios", dice su discípulo Merivale, "en las colonias existe un deseo apasionado de trabajo más barato y servicial, de una clase a la que el capitalista pueda dictarle las condiciones, en vez de tener que aceptar las que ella le dicta... En países civilizados desde antiguo, el obrero, aunque libre, depende del capitalista por una ley de la naturaleza; en las colonias debe crearse esa dependencia por medio de recursos artificiales" [20] g 21.

[963] Ahora bien, ¿cuál es el resultado del sistema, imperante en las colonias, conforme al cual la propiedad privada se funda en el trabajo propio, y no en la explotación de trabajo ajeno? Un "sistema barbarizante de dispersión de los productores y del patrimonio nacional" [22]. La dispersión de los medios de producción entre innumerables productores que se apropian de los mismos y trabajan con ellos aniquila, con la concentración capitalista, el fundamento capitalista de todo trabajo combinado. Toda empresa capitalista de gran envergadura que se extienda a lo largo de varios años y requiera desembolsos de mucho capital fijo, se vuelve problemática [h]269 Nota idéntica a la 269 de la 2ª edición. 23. En Europa el capital no vacila ni un instante, pues la clase obrera constituye su accesorio vivo [i], siempre en abundancia, siempre disponible. [exclamdown]Pero en los países coloniales! Wakefield relata una anécdota extremadamente desgarradora. Ese autor conversó con algunos capitalistas de Canadá y del estado de Nueva York, donde, además, las oleadas inmigratorias a menudo [964] se detienen y depositan un sedimento de obreros "supernumerarios". "Nuestro capital", gime uno de los personajes del melodrama, "nuestro capital ya estaba pronto para efectuar muchas operaciones que requieren un lapso considerable para su consumación; ¿pero podíamos emprender tales operaciones con obreros que, bien lo sabíamos, pronto nos volverían las espaldas? Si hubiéramos estado seguros de poder retener el trabajo de esos inmigrantes, los habríamos contratado de inmediato, gustosamente y a un precio elevado. E incluso los habríamos contratado, pese a la seguridad de su pérdida, si hubiéramos estado seguros de contar con nuevos refuerzos a medida que los necesitáramos" [24].

Después de cotejar, ostentosamente, la agricultura capitalista inglesa y su trabajo "combinado" con la dispersa agricultura campesina norteamericana, Wakefield nos deja ver también, en un desliz, el reverso de la medalla. Describe el bienestar, la independencia, el espíritu emprendedor y la relativa cultura de la masa del pueblo norteamericano, mientras que "el obrero agrícola inglés es un miserable zaparrastroso (a miserable wretch), un indigente... ¿En qué país, excepto Norteamérica y algunas colonias nuevas, los jornales del trabajador libre empleado en la agricultura superan de manera digna de mención lo que se necesita para que el obrero adquiera los medios de subsistencia más indispensables?... Sin duda alguna, a los caballos de tiro por ser una propiedad valiosa se los alimenta en Inglaterra mucho mejor que al jornalero agrícola" [25]. Pero never mind [no importa]: una vez más, la riqueza nacional es idéntica, por su propia naturaleza, a la miseria popular.

¿Cómo curar, entonces, el cáncer anticapitalista de las colonias? Si se quisiera transformar de un solo golpe toda la tierra que hoy es propiedad del pueblo en propiedad privada, se destruiría la raíz del mal, ciertamente, pero también... la colonia. Las reglas del arte exigen que se maten dos pájaros de un tiro. Asígnese a la tierra virgen, por decreto gubernamental, un precio independiente de la ley de la oferta y la demanda, un precio artificial que obligue al inmigrante a trabajar por salario durante un [965] período más prolongado, antes que pueda ganar el dinero suficiente para adquirir tierra [26] y transformarse en campesino independiente. El fondo resultante de la venta de terrenos a un precio relativamente prohibitivo para el asalariado, ese fondo de dinero esquilmado del salario, pues, mediante la violación de la sagrada ley de la oferta y la demanda, inviértalo el gobierno, a su vez, a medida que aumente, en importar pobres diablos de Europa a las colonias y mantener lleno así, para el señor capitalista, su mercado de trabajo asalariado. Bajo estas circunstancias tout sera pour le mieux dans le meilleur des mondes possibles 27. Este es el gran secreto de la "colonización sistemática". "Si se aplica este plan", exclama triunfante Wakefield, "la oferta de trabajo tendrá que ser constante y regular; primero, porque como ningún obrero puede obtener tierra antes de haber trabajado por dinero, todos los obreros inmigrantes, al trabajar combinadamente por un salario, producen capital a su patrón para el empleo de más trabajo, en segundo lugar, porque todo el que colgara los hábitos de asalariado y se convirtiera en propietario de tierras, precisamente al comprarlas aseguraría la existencia de un fondo destinado a transportar nuevos trabajadores a las colonias" [28]. El precio de la tierra impuesto por el estado, naturalmente, tiene que ser "suficiente" (sufficient price), esto es, tan alto "que impida a los obreros convertirse en campesinos independientes hasta que otros estén allí para llenar su lugar en el mercado de trabajo asalariado" [29] 30. Este "precio suficiente de la tierra" no es otra cosa que un circunloquio eufemístico con el que se describe el rescate pagado al capitalista por el obrero para que aquél lo autorice a retirarse del mercado de trabajo asalariado y a establecerse en el campo. Primero tiene que [966] crear "capital" para el señor capitalista, de modo que el último pueda explotar más obreros, y luego poner en el mercado de trabajo un "sustituto" que el gobierno, a expensas del obrero independizado, habrá de expedir a través de los océanos a su antiguo señor capitalista.

Es extremadamente característico que el gobierno inglés haya aplicado durante años ese método de "acumulación originaria", recetado expresamente por el señor Wakefield para su uso en los países coloniales. El fracaso, por supuesto, fue tan ignominioso como el de la ley bancaria de Peel [31]. La corriente emigratoria, simplemente, se desvió de las colonias inglesas hacia Estados Unidos. Entretanto, los progresos de la producción capitalista en Europa, sumados a la creciente presión del gobierno, hicieron superflua la receta de Wakefield. La caudalosa y continua correntada humana que año tras año fluye hacia Norteamérica, en parte deposita sedimentos estacionarios en el Este de Estados Unidos; en parte, la ola emigratoria procedente de Europa arroja hombres allí, en el mercado de trabajo, más rápidamente de lo que puede barrerlos la ola emigratoria que los empuja hacia el Far West. La producción capitalista, pues, prospera en los estados del Este, aunque la baja de salarios [j] y la dependencia del asalariado disten todavía de haber alcanzado los niveles normales en Europa. El desvergonzado despilfarro de tierras vírgenes coloniales regaladas por el gobierno inglés a aristócratas y capitalistas y tan enérgicamente censurado por [967] Wakefield, ha generado, particularmente en Australia 32, una "sobrepoblación obrera relativa" de suficiente volumen, resultado al que han contribuido también la corriente humana atraída por los diggins[k] [yacimientos auríferos] y la competencia que la importación de mercancías inglesas significa hasta para el más pequeño de los artesanos; de ahí que casi cada vapor correo traiga la desalentadora noticia de que el mercado laboral australiano está abarrotado "glut of the Australian labour-market" , y de ahí, también, que en algunos lugares de Australia la prostitución florezca con tanta lozanía como en el Haymarket londinense.

Sin embargo, no nos concierne aquí la situación de las colonias. Lo único que nos interesa es el secreto que la economía política del Viejo Mundo descubre en el Nuevo y proclama en alta voz: el modo capitalista de producción y de acumulación, y por ende también la propiedad privada capitalista, presuponen el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador. 1 353 Se trata aquí de verdaderas colonias, de tierras vírgenes colonizadas por inmigrantes libres. Estados Unidos sigue siendo aún, hablando en términos económicos, una colonia de Europa. Por lo demás, también pertenecen a esta categoría esas antiguas plantaciones en que la abolición de la esclavitud ha trastocado totalmente la situación.

[a] a En la 3ª y 4ª ediciones esta frase dice así: "La economía política confunde aquí, por principio, dos tipos muy diferentes de propiedad privada, uno de los cuales se funda en el trabajo personal del productor, mientras que el otro lo hace sobre la explotación de trabajo ajeno. Olvida que el segundo no sólo es la antítesis directa del primero, sino que crece únicamente sobre su tumba".

[b] b En la 3ª y 4ª ediciones, después de la coma: "o el régimen capitalista".

[c] c En la 3ª y 4ª ediciones; "El régimen capitalista".

[d] d En la 3ª y 4ª ediciones se suprimen las palabras que figuran entre las dos últimas comas.

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